Durante años, el debate sobre la participación de mujeres trans en competencias deportivas femeninas ha generado posiciones encontradas, muchas veces cargadas de emociones, dudas y prejuicios. ¿Tienen realmente una ventaja física sobre sus competidoras cisgénero? ¿Hasta qué punto es justa su inclusión en escenarios de alta competencia? Las respuestas no son tan simples como parecen, y cada vez más voces se suman a un diálogo que no solo es deportivo, sino profundamente humano.
Cuerpos, hormonas y rendimiento
Buena parte de la discusión gira en torno a los efectos de la testosterona. Se cree que pasar por una pubertad masculina genera cambios en el cuerpo que no se revierten completamente con la terapia hormonal: mayor masa muscular, fuerza, capacidad pulmonar. Y es cierto que muchos de esos factores influyen en el rendimiento, especialmente en disciplinas que requieren potencia o resistencia.
Sin embargo, no todos los cuerpos responden igual. La ciencia ha mostrado que con el tiempo y la hormonización adecuada, esos niveles de fuerza o resistencia pueden disminuir considerablemente. Además, no todos los deportes exigen lo mismo: no es igual correr 100 metros que nadar largas distancias, jugar ajedrez o practicar tiro con arco. La ventaja, si existe, no se comporta igual en todos los contextos.
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En medio de esta discusión, los organismos deportivos han intentado establecer reglas que busquen cierto equilibrio. Algunas federaciones piden que las mujeres trans mantengan bajos niveles de testosterona por un periodo determinado. Otras, en cambio, permiten su participación solo si han pasado por ciertos tratamientos médicos o incluso exigen pruebas genéticas. Hay países que priorizan la identidad de género sobre cualquier análisis corporal, y eso también tiene un peso.
La falta de consenso refleja lo difícil que es definir qué es justo. Porque si bien se busca proteger la equidad en la competencia, también hay que cuidar la dignidad, la salud mental y la inclusión. ¿Cómo garantizar que ninguna mujer se sienta excluida de su propio deporte?
Las historias detrás de la polémica
Detrás de los titulares y los reglamentos están las personas. Mujeres trans que entrenan todos los días, que hacen sacrificios enormes para competir, que enfrentan miradas de sospecha y hasta odio por el simple hecho de querer hacer deporte. Muchas de ellas tienen que esforzarse el doble no solo en lo físico, sino en lo emocional, porque saben que siempre habrá quien cuestione si realmente merecen estar ahí.
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Algunas han ganado competencias y desatado la polémica. Otras apenas logran clasificar, y nadie habla de ellas. La realidad es que no todas las atletas trans dominan los podios, y muchas ni siquiera tienen acceso a entrenamientos de calidad o espacios seguros para practicar.
Una conversación que apenas empieza
Este tema no tiene respuestas rápidas ni soluciones mágicas. Es una conversación compleja que necesita de ciencia, pero también de empatía. Porque el deporte no solo se trata de ganar medallas: también es un espacio para crecer, compartir, superar barreras. Y eso vale para todas.
Pensar en regulaciones más justas implica reconocer que no se trata solo de números o hormonas. Hay que mirar cada caso con cuidado, entender los contextos, y construir normas que respeten tanto la equidad como la inclusión. La meta no es borrar las diferencias, sino aprender a convivir con ellas.
En medio de tantas opiniones encontradas, quizás lo más valioso sea mantener abierta la conversación, sin caer en extremos. Porque al final, el deporte debería ser un lugar donde quepamos todos y todas, con nuestras historias, nuestros cuerpos y nuestras ganas de competir.