En el campo de la medicina moderna, los tratamientos biológicos y las moléculas pequeñas representan dos enfoques distintos pero complementarios para enfrentar enfermedades inflamatorias crónicas como Crohn, la colitis ulcerosa y otras condiciones autoinmunes. Aunque ambos buscan aliviar síntomas y controlar la enfermedad, sus mecanismos, estructuras y aplicaciones clínicas son muy diferentes.
Según explican los farmacéuticos Ariadna Soto, Pharm. MD, y Jean Álvarez, Pharm. D., los medicamentos biológicos son compuestos complejos derivados de células vivas o procesos biotecnológicos. Entre ellos se incluyen hormonas, vacunas y anticuerpos monoclonales. Están compuestos principalmente por proteínas, carbohidratos y otras macromoléculas, y su objetivo es activar o modular la respuesta inmunológica del cuerpo. Debido a su tamaño y complejidad estructural, estos tratamientos no siempre son completamente caracterizables, lo que implica una variabilidad en su efecto clínico entre pacientes.
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“Los biológicos pueden funcionar de forma muy efectiva en unos pacientes y no tanto en otros. Esto dependerá del estadio y estado de la enfermedad, así como de la respuesta individual del sistema inmunológico”, explica la profesional Ariadna Soto.
En contraste, las moléculas pequeñas son medicamentos creados a través de síntesis química: Son más sencillas, estables y predecibles en cuanto a su estructura y comportamiento clínico. Su tamaño permite un análisis completo de su composición, y por lo general, no provocan respuestas inmunológicas indeseadas.
Una diferencia clave entre ambos tipos de tratamientos es su estabilidad, mientras las moléculas pequeñas son estables y pueden administrarse por vía oral en muchos casos, los biológicos suelen requerir condiciones especiales de almacenamiento y administración intravenosa o subcutánea, generalmente en entornos clínicos.
En la práctica médica, la elección entre un biológico o una molécula pequeña depende de diversos factores. El farmaceuta Jean Álvarez destaca que “la severidad de la enfermedad y la respuesta al tratamiento previo son determinantes».
Además, agrega: «En casos leves, se recurre a medicamentos antiinflamatorios tradicionales. Cuando la enfermedad es más severa, se utilizan inmunomoduladores o agentes anti-TNF, que regulan la actividad celular en partes específicas del cuerpo afectadas por la inflamación”.
Impacto de las terapias dirigidas
Las llamadas terapias dirigidas en pacientes con EII representan una categoría emergente dentro de estos enfoques, estas son tratamientos diseñados para atacar mecanismos específicos de la enfermedad, lo que permite una intervención más precisa y con menos efectos secundarios. Algunos ejemplos incluyen inhibidores de interleucinas, bloqueadores de integrinas y anticuerpos monoclonales que interfieren con señales celulares clave en procesos inflamatorios.
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Actualmente, la investigación médica sigue avanzando en la identificación de nuevas formas terapéuticas: Existen zonas del sistema inmunológico aún no completamente comprendidas, y las investigaciones buscan cómo manipular estas rutas para ofrecer tratamientos más eficaces y personalizados.
Finalmente es importante resaltar que, según los farmaceutas, su elección debe ser cuidadosamente evaluada por profesionales de la salud, considerando no solo la naturaleza del medicamento, sino también las características individuales del paciente y su enfermedad.