¿Cómo se asocia el olfato con la enfermedad de Parkinson?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad de Parkinson es una afección cerebral que causa trastornos del movimiento, mentales, del sueño y otros problemas de salud. Es una condición que empeora con el tiempo y no tiene cura, sin embargo, los tratamientos y medicamentos pueden mitigar los síntomas.
Además, la prevalencia de esta enfermedad se ha duplicado en los últimos 25 años. Hasta 2019 el párkinson provocó 5,8 millones de años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD) y causó 329.000 fallecimientos, según cifras entregadas por la OMS.
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Un avance prometedor
En un nuevo estudio se ha identificado un nuevo síntoma que podría detectar el párkinson años antes de su diagnóstico. En una reciente reunión celebrada en Nueva York por la Fundación Michael J. Fox para el Párkinson (MJFF), expertos pusieron como eje central un síntoma no motor que hasta ahora ha sido subestimado, la pérdida del olfato.
De acuerdo al investigador principal, el Dr. Eduardo Tolosa, experto de la Universidad de Barcelona y líder del estudio: Iniciativa de Marcadores de Progresión del Párkinson (PPMI), esta es una alteración que afecta al 90 % de los pacientes y se presentan antes de que surjan otros signos visibles.
El estudio PPMI estudia los biomarcadores desde el 2010 que permiten detectar la enfermedad en fases tempranas, incluso en personas que aún no son diagnosticadas. Los avances que se han evidenciado gracias a este estudio han permitido definir una nueva manera de comprender y seguir el párkinson, basada en rastros biológicos presentes en la sangre o la piel.
¿Cuál es su objetivo?
El objetivo principal va más allá de la detección de la enfermedad, ya que se busca prevenir desde los inicios y antes de que ocurra la condición. “Los tratamientos actuales no logran frenar ni revertir la enfermedad, los ensayos clínicos anteriores realizados en pacientes con síntomas no dieron resultados positivos, por ello el foco principal ahora está en intervenir antes de que ocurra ”, comentó Tolosa.
La fundación propone como nuevas estrategias adelantar la edad mínima para realizar las pruebas de riesgo que se encuentran en los 60 años, cambiandola a 40, con el fin de permitir identificar casos potenciales mucho antes de los previsto.
Actualmente, más de 46.000 participantes ya han aportado sus datos, generando más de 3.3 millones de respuestas que pueden transformar el enfoque de una de las enfermedades neurodegenerativas más complejas de diagnosticar.
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