Mi regalo de Dios, ser mamá
Siempre, desde que era una adolescente, deseé ser mamá. Tuve la oportunidad de tener una hermanita cuando tenía 18 años y ese vínculo, esa conexión y ese amor infinito que sentía (y siento por ella) me hacían desear tener un bebé para amarlo con locura.
Cuando supe que ese sueño se haría realidad, desde el momento cero, las emociones se activaron y se multiplicaron por mil. Ver esas dos rayitas que confirmaban el positivo me hicieron pasar por angustia, felicidad, nervios, anhelos y más nervios.
Luego llegó el momento de compartir la noticia con las familias, (aún recuerdo los besos, las palabras y los rostros de felicidad de muchos de ellos), que compartían con nosotros la alegría de recibir a un bebé en casa.
Con el paso de los días, escuchar su corazón por primera vez, ver sus juegos en la barriga, sentir sus movimientos, cantarle, verla crecer dentro de mí… todo se iba transformando en un milagro maravilloso, a veces difícil de explicar, pero que con el tiempo se convierte en un recuerdo que extrañas y atesoras con inmenso amor .
¡Por siempre en mi mente!
Hay muchos recuerdos que se van de la mente, pero creo que siempre tendré la imagen de ella sobre mí al nacer, de sus manitas tan pequeñas entre las mías y de su cuerpo pequeñito que en pocos días crecería rápidamente, así como mi inmenso amor por ella.
Ser madre, desde mi punto de vista, desbloquea un pequeño rincón en el corazón, te hace amar de una forma única e incondicional. Ver sus ojos, oír su risa, escuchar su balbuceo y sus primeras palabras, sentir su suave piel al besarla y acariciarla, nos lleva a disfrutar de los sentidos de una forma en la que antes no conocíamos.
Si bien la maternidad llega para cambiarnos la vida, siento que lo hace para bien. Me ha enseñado a ser más solidaria, más empática y más sensible con las necesidades de quienes están a mi alrededor, especialmente cuando hablamos de niños.
Como mamá, deseo que todos esos regalos que llegan del cielo, a los que podemos llamar hijos, tengan hogares llenos de amor, de comprensión, de acompañamiento y que cada día de sus vidas escuchen lo importantes y valiosos que son.
¡Salomé llegó a mi vida para hacerla mejor!