El talentoso y querido presentador, cantante y actor, Rafael José, acaba de dar la bienvenida a sus 70 años y los celebró con un viaje soñado en el que atravesó todo el Atlántico y parte del Mediterráneo.
“Yo pensaba que cuando llegara a los 70 años iba a ser un viejito (eso visualizaba a los 30), pero hoy me siento muy bien anímicamente y siempre le pido a Dios que no pierda el entusiasmo, porque en ese punto sí te pones viejo.”
Es un hombre que ama descansar y disfrutar de los colores del atardecer y contemplar los animales y los matices de la naturaleza
“Lo que hago muchas veces es mirar para fuera de mi casa por horas. Disfrutar haciendo mindfulness”
Cuidando su salud mental
Para tener estabilidad emocional ha aprendido que la vida es incierta y que «se asa un lechón a la vez». Reconoce que vivir en anticipación es perjudicial y evita ver mucha TV para no saturarse.
El cuidado de su salud física
José ha instaurado como parte de su rutina matutina unos minutos de estiramiento en los que enfatiza en su postura.
“Yo cuido mucho mi peso, porque a mi me operaron la espalda y mientras más peso, más riesgo de dolor crónico en la espalda.”
Es amante de la cocina y prepara platos especializados como la lengua de res, que es la única carne roja que consume y que es de su completo gusto.
El hombre detrás del arte
Sus inicios se dieron en la pintura, pero reconoce que no goza de la paciencia que tiene que tener un pintor.
En el primer año de High School fue motivado por una monja para presentarse en el «Talent Show» y ahí empezó su camino en la música.
“Yo ensayaba en casa con los discos de José José y de Rafael y como yo vivía en el campo, ponía un escenario y el disco de vinilo y cantaba.”
Tomó clases como profesional para agrandar la voz, pero solo lo hizo a sus 33 años y se sorprendió mucho del volumen y el dominio que alcanzó.
En 1978, fue seleccionado por Telemundo para representar a Puerto Rico en la séptima edición del Festival OTI , celebrado en Santiago de Chile . Su canción «Háblame», que tuvo una gran acogida entre el público y los jurados internacionales, le otorgó el cuarto lugar.
En 1980 participó nuevamente en el 9.º Festival OTI y fue ganador con «Contigo mujer» mientras competía con participantes de otros 23 países.
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Su faceta como animador
Como otro regalo de la vida en el campo artístico la invitación de ser animador llegó sin esperarla. En 1982, Luis Vigoreaux Rivera (padre) lo invito a ser parte de «A millón», que eventualmente se convirtió en uno de los programas más populares en la historia de la televisión puertorriqueña.
Al principio, comenzó con turnos de hora y media, que luego se extendieron a tres horas. Además, algunas noches salía a trabajar en otros espacios. “Yo salía de allí los sábados desbaratado”, recuerda.
El artista con título de odontólogo
Hijo de un médico especialista y rodeado de familiares en el campo de la medicina, asegura que “era un prestigio para mis padres ser doctor”.
Aunque sentía entusiasmo por la música, negoció con sus padres para estudiar odontología.
“Yo no recomiendo que le hagan eso a un hijo. Fueron seis años de algo así como tener un matrimonio mal llevado, es como estar casado con alguien que no te gusta, con alguien a quien tú no quieres”.
Reconoce que se formó para complacer a «papi y mami», quienes deseaban verlo convertido en doctor, y por eso entregó el diploma como regalo en un Día de los Padres.
“Lo abrió y me dijo: ‘Ahora tú puedes hacer lo que te dé la gana’. Me dio la bendición de que ya tenía eso, y no me iba a morir de hambre.”
Esta experiencia le enseñó que cada persona debe dedicarse a lo que le gusta, le apasiona y le despierta curiosidad. Por eso, ha respaldado con firmeza el camino artístico de su hijo Juan Pablo.
Se muestra como un padre profundamente orgulloso y reconoce el talento de su hijo, a quien describe como multifacético.
Por ahora, su deseo es trabajar un poco más y dedicar tiempo de calidad a lo que realmente le llena.
“Yo soy fanático de José Mujica, y él decía: hay gente que invierte demasiado tiempo para tener cosas y se pierde la vida. Se debe disfrutar contemplar paisajes, escuchar música, cocinar y hacer nada”.
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