Lily García, autor en BeHealth https://www.behealthpr.com/author/lily-garcia/ ¡Sé Sano! Sat, 20 Apr 2024 00:05:02 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.5.2 https://www.behealthpr.com/wp-content/uploads/2020/04/cropped-BE-16-1-32x32.png Lily García, autor en BeHealth https://www.behealthpr.com/author/lily-garcia/ 32 32 Esa vocecita que nos roba valor… https://www.behealthpr.com/esa-vocecita-que-nos-roba-valor/ https://www.behealthpr.com/esa-vocecita-que-nos-roba-valor/#respond Sun, 21 Apr 2024 08:00:44 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=64631 Yo fui una niña muy asertiva durante mis años escolares. No solo era buena estudiante, sino que pertenecía a cuanta organización estudiantil había. Ya en la intermedia estaba haciendo discursos frente a toda la escuela para que votaran por mi como secretaria o tesorera del Consejo de Estudiantes y posteriormente para presidenta de la clase. …

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Yo fui una niña muy asertiva durante mis años escolares. No solo era buena estudiante, sino que pertenecía a cuanta organización estudiantil había. Ya en la intermedia estaba haciendo discursos frente a toda la escuela para que votaran por mi como secretaria o tesorera del Consejo de Estudiantes y posteriormente para presidenta de la clase. Nunca fui tímida, y siempre un poco atrevida. Era un ambiente en el cual me sentía como pez en el agua. 

Pero ya cuando llegué a la universidad la cosa cambió. Fui a una institución sumamente competitiva en los EU, y rápidamente me di cuenta que las compañeras que me rodeaban (era un colegio de mujeres), eran brillantes. Yo estoy segura de que entré por cuota de minorías, porque como puertorriqueña representaba a una población latina. Tuve que quemarme las pestañas estudiando, por primera vez en mi vida, para poder sobrevivir. Y aunque lo logré, esa fue la primera ocasión en que sentí que no pertenecía, que había llegado allí por suerte, y que no tenía lo que se necesitaba para poder tener éxito. 

Y ese sentimiento continuó conmigo, y les tengo que confesar que todavía me sorprende de vez en cuando a través de estos cuarenta años de vida profesional en los medios. Comencé en los medios de comunicación como asistente de producción en uno de los principales noticiarios del país, en un momento en el cual todavía podía hacerlo sin haber estudiado periodismo.  Llegué porque alguien me dio la mano en un momento en que necesitaba trabajo.  Claro, me fajé, me convertí en una esponja, y aprendí de todos los grandes compañeros, periodistas veteranos,  que tenía a mi alrededor.  Y así logré pasar de producción a estar frente a las cámaras como reportera. Pero no sentía que pertenecía, y me preguntaba cómo había llegado allí. 

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Lo mismo me ocurrió cuando comencé a escribir una columna de autoayuda y motivación; cuando publiqué mi primer libro (ahora ya son ocho), y cada vez que hago una obra de teatro o stand-up comedy. No fue hasta hace poco tiempo que leí algo que describía exactamente cómo me he sentido durante muchos años. Se conoce como “El síndrome del impostor” y se define como el miedo a que los demás se den cuenta que no eres tan buena como algunos creen; el que tiendas a atribuir tu éxito a “suerte” más que a esfuerzo; y a que le restes valor a los logros que has tenido. La ansiedad que resulta de sentirse así, de sentirse una “impostora” a pesar del éxito, nos drena y nos evita disfrutar el proceso. 

Tengo que confesar que he mejorado mucho, y he aprendido a validarme, y a restarle importancia a lo que los demás piensen o dejen de pensar de mí.  Este cambio de perspectiva lo he trabajado de diferentes maneras, entre ellas, la terapia, el autoconocimiento que ha resultado de mi práctica espiritual, el saber escuchar a las personas correctas, y, sobre todo, confiando en la experiencia y capacidad que uno va adquiriendo con la edad. De algo tiene que servir ponerse más viejo.  

Con el tiempo te vas percatando de aquello que sabes manejar; reconoces mejor tus fortalezas y tus debilidades; te dejas de comparar con otros; y le bajas el volumen a esa vocecita que todavía de vez en cuando aparece por ahí buscando restarte valor y méritos.

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Este año, celebrando mis cuatro décadas en los medios, todavía en ocasiones me preguntó cómo he llegado a donde estoy, y cómo he logrado el respeto, no solo del público, sino más difícil aún, de los colegas en las diferentes áreas de las comunicaciones en las cuales laboro. Pero en vez de tratar de responder a esas preguntas, me enfoco en agradecer la oportunidad que me ha dado la vida de encontrar, a través de la comunicación, mi voz y mi propósito.  Eso es, para mí, lo que verdaderamente hace a una persona exitosa, el poder trabajar en lo que es su propósito. Sonrío, agradezco, y sigo aprendiendo, esperando poder llegar a celebrar mis cincuenta años como comunicadora todavía disfrutándome lo que hago.   

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Suelta el miedo al cambio https://www.behealthpr.com/suelta-el-miedo-al-cambio/ https://www.behealthpr.com/suelta-el-miedo-al-cambio/#respond Fri, 05 Apr 2024 20:55:13 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=63982 El próximo diecinueve de abril estrena una comedia teatral en la cual estaré participando titulada “WPRI Radio Internacional”. La trama de la misma tiene que ver con lo que ocurre en una estación de radio rural (una de esas en las cuales hasta el cantío de los gallos se cuela a veces por los micrófonos), …

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El próximo diecinueve de abril estrena una comedia teatral en la cual estaré participando titulada “WPRI Radio Internacional”. La trama de la misma tiene que ver con lo que ocurre en una estación de radio rural (una de esas en las cuales hasta el cantío de los gallos se cuela a veces por los micrófonos), en el día en que la señal de la televisión llegó por primera vez a Puerto Rico. Ese día fue un veintiocho de marzo de 1954. A los cambios políticos y sociales que se estaban dando en ese momento en la isla, se sumaba el miedo dentro de la industria radial frente a ese nuevo aparatito que llegaría a transformar las comunicaciones y posiblemente a acabar con la radio al no poder competir con la combinación de imagen y voz.  

Han pasado setenta años de aquel momento histórico, y la radio ha seguido reinventándose y ha continuado tan vigente como entonces. Cada vez que llega algo nuevo, algo innovador, caemos en la trampa del miedo al cambio y lo que ello conllevará para nosotros. Recuerdo cuando llegó la televisión digital y el temor de que se nos iban a ver hasta los poros, y a que todo el mundo frente a las cámaras iba a tener que ser joven. Ahora nos estamos enfrentando al miedo, de cierta manera justificado, a la llegada y el potencial de desarrollo de la Inteligencia Artificial. 

 Yo misma no entiendo todavía las implicaciones reales de esta nueva tecnología, pero me consta que hay mucho positivo en ella, especialmente en el campo de la salud. Esta misma semana, como parte de mi trabajo para BeHealth, tuve la oportunidad de entrevistar a profesores y estudiantes de la Escuela de Medicina Dental del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR sobre el nuevo simulador con Inteligencia Artificial que recién adquirió la escuela. Es impresionante. 

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Tuve la oportunidad de “jugar” con el aparatito unos minutos, simulando que estaba reparando una carie, y hasta siente la presión del diente y la saliva del paciente virtual. Es una oportunidad extraordinaria de practicar dentro de un escenario lo más parecido a uno real, lo cual le brinda al estudiante una mayor destreza y seguridad.  

Estos ejemplos que menciono de grandes cambios en el área de las comunicaciones y la tecnología son solo algunos de los muchos que vienen por ahí.  El mundo está cambiando. El planeta está cambiando. Nuestras vidas están cambiando a nivel colectivo y a nivel individual. Soy de las que piensan que los grandes cambios se ensayan en lo pequeño, en lo cotidiano. Se sabe por estudios, que una de las características de las personas felices es su capacidad para manejar los cambios. Aquellos que, por el contrario, insisten en resistirlos, van a sufrir más. Y a la larga, tendrán que adaptarse como quiera, pero habiendo drenado muchísima energía en ese proceso de resistencia.    

El cambio siempre conlleva esfuerzo de nuestra parte por lo que es natural que nos incomode. Pero hay formas de comenzar a verlo desde otra perspectiva, más como un proceso hacia algo mejor, una especie de aventura, en vez de estancarnos en el temor a lo desconocido. Aquellos que manejan los cambios saludablemente practican lo siguiente: 

  • Entienden que el cambio es inevitable en algún momento y se preparan para esa posibilidad.
  • Se enfocan en lo positivo que puede traer en vez de solo en lo negativo
  • En momentos de crisis (cambio en acción) se agarran de sus rutinas para mantener un cierto sentido de estabilidad y normalidad en medio del caos
  • Se conectan con sus redes de apoyo como familia y amistades, para recordar que no estamos solos en estos procesos
  • Respiran y procuran vivir el momento entendiendo que no es ni el primer ni el último cambio que vivirán y que esto también pasará.  
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Los invito a evaluar la capacidad para el cambio que tenemos cada uno, y a ser honestos con lo que descubramos. El cambio siempre va a ser un reto individual y colectivo, pero nada ni nadie lo puede detener. Fluyamos con él y no permitamos que nos robe la capacidad para el bienestar y la felicidad. 

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Lo que aprendí en Colombia https://www.behealthpr.com/lo-que-aprendi-en-colombia/ Fri, 22 Mar 2024 21:52:10 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=63412 Llevo tres años participando de reuniones de trabajo y “team building” junto al equipo de BeHealth, el portal multimedios de salud y bienestar con el cual colaboro como periodista. En las tres ocasiones nos hemos reunido en Colombia porque varios de los compañeros del grupo vive en Bogotá.  Allá llegamos desde Puerto Rico, Brasil, Argentina, …

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Llevo tres años participando de reuniones de trabajo y “team building” junto al equipo de BeHealth, el portal multimedios de salud y bienestar con el cual colaboro como periodista. En las tres ocasiones nos hemos reunido en Colombia porque varios de los compañeros del grupo vive en Bogotá.  Allá llegamos desde Puerto Rico, Brasil, Argentina, y República Dominicana.  Se trabaja mucho… pero también nos reímos y disfrutamos mucho.

Se me hincha el corazón de orgullo al ver cómo ha crecido el grupo en los tres años que llevo con ellos. No es fácil trabajar constantemente en línea con personas que están en diferentes países con zonas horarias distintas, construyendo proyectos educativos en salud que muchas veces son “para ayer”.  La presión es fuerte. De ahí que estos encuentros presenciales sean tan valiosos.  Es conectarnos a otro nivel y conocernos mejor, más allá de las entrevistas por Zoom y las constantes reuniones en línea.  

Yo no me canso de repetir que una de mis definiciones del “infierno” es trabajar con gente que sepa menos que yo. En este caso, el grupo está compuesto en su mayoría por chicos y chicas de cuarenta años o menos. Así que sí, cuando nos juntamos me siento como la gallina con los pollitos (una gallina que tiene edad para no solo ser la madre de muchos, sino hasta la abuela de algunos). Pero todos son brillantes en sus áreas de “expertise” y que mucho aprendo de ellos.  

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A veces escucho a personas hablar de que la juventud está perdida, y me sonrío internamente pensando lo equivocadas que están. No solo son brillantes, sino trabajadores y comprometidos. No les puedo negar que escuchándolos muchas veces me siento “vieja”, pero he logrado desarrollar con ellos una relación hermosa de mucho cariño y respeto mutuo. 

Algunos se han abierto a contarme sus cosas: problemas, situaciones familiares, pérdidas y desilusiones. Siento su dolor, y quisiera abrazarlos y decirles que todo va a estar bien; que van a salir de esto más fuertes de lo que entraron; y que no están solos. Uno de los aspectos de ser joven (que no extraño) es la intensidad que acompaña muchas veces los momentos de sufrimiento. No es que los más maduritos no suframos, pero podemos ver la vida desde otra perspectiva a raíz de las muchas caídas y levantadas que hemos experimentado.  

En el inicio de esta llamada “Semana Mayor” me nace compartir con ustedes y con mis compañeros de BeHealth algunas de las lecciones espirituales que me ha recordado este viaje. 

  • Todo cambia, es inevitable, pero en muchas ocasiones es para bien. Lo peor que te esté ocurriendo hoy puede ser más adelante lo mejor que te ocurrió en tu vida.
  • Necesitamos escucharnos, porque los mejores comunicadores no son los que más hablan, sino lo que saben escuchar.
  • El agradecimiento nos hace siempre más fuertes y más felices. Reconoce las bendiciones que tienes de frente y agradécelas siempre.
  • Crecemos cuando nos validamos, cuando nos acordamos de decir lo bien que se hizo algo y cómo aportó positivamente al grupo.
  • Somos diferentes, y eso nos puede llevar a que en ocasiones choquemos, pero en realidad es lo mejor que nos puede pasar. No conozco ninguna empresa o grupo que haya crecido con gente que piensa siempre igual. La creatividad nace siempre del choque de ideas.
  • Todos somos energía, y estamos interconectados. Y cuando hablo de todos, me refiero a todos los seres vivos del planeta. Y esta interconexión se hace todavía más intensa cuando se trabaja en un grupo con un propósito común. Jamás olvidemos que nuestras acciones siempre van a afectar a otros y que reconocer nuestros errores es señal de personas emocionalmente inteligentes. 

Que en esta Semana Mayor puedan reconocer sus bendiciones, agradecer y conectar con ese Todo que nos mantiene inevitablemente unidos.  Bendiciones…

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Las mujeres de mi vida https://www.behealthpr.com/las-mujeres-de-mi-vida/ Sun, 10 Mar 2024 09:01:00 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=62853 Soy quien soy gracias a las mujeres en mi vida. No es que no haya tenido ejemplos en varones, pero siempre he sentido que las mujeres han sido las fuertes en mi familia.  De mi abuela materna recibí siempre ternura y cariño. Ella era un saquito de amor. Su vida giraba alrededor de mi abuelo, …

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Soy quien soy gracias a las mujeres en mi vida. No es que no haya tenido ejemplos en varones, pero siempre he sentido que las mujeres han sido las fuertes en mi familia. 

De mi abuela materna recibí siempre ternura y cariño. Ella era un saquito de amor. Su vida giraba alrededor de mi abuelo, sus hijas y, cuando llegamos nosotros, sus nietos. Mi abuela paterna murió cuando yo apenas tenía un año de nacida. Era una mujer de mucha fe, pero una católica de avanzada, muy adelantada a su época. Me cuentan que en los años cincuenta escribía una columna de “bridge” o canasta, no estoy segura de cual, para el diario El Imparcial.  Hubiese querido tanto conocerla mejor. 

Mi madre ya a los treinta años tenía cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, yo siendo la mayor. En otras palabras, cada año y medio estaba embarazada. Se me hace difícil recordar a mami sin barriga en mis primeros diez años de vida. Y a sus cuarenta parió a la sexta. Y para echar para adelante seis hijos con un marido actor, quien en ocasiones no contaba con un ingreso fijo, ella siempre tuvo dos trabajos. Diseñaba y anudaba collares para la joyería de la familia en el Viejo San Juan, y después del mediodía se cambiaba de ropa, se ponía leotardo y zapatillas, y enseñaba ballet y bailes españoles en el estudio que todavía está en la casa donde nos criamos. El baile había sido su pasión desde joven, y cuando me llevó a mi primera clase de ballet a los cuatro años se le ocurrió que, si montaba su propio estudio, podría continuar conectada a su pasión, generar un ingreso extra y economizar el costo de las clases para sus hijas.

Tres generaciones de niñas y adolescentes pasaron por ese estudio en los casi cuarenta y cinco años que enseñó, presentando recitales que fueron producciones exquisitas en teatros como el Tapia y el de la Universidad de Puerto Rico, entre otros. 

Cuando cerró el estudió se metió de lleno a la joyería de la familia la cual abre hoy a sus ochenta y cinco años todos los días junto a mi hermano y hermana. Se niega a retirarse porque no solo lo disfruta todavía, sino porque (pienso) que no sabría qué hacer con su vida si no sintiera que está siendo productiva de alguna forma.  

Sus dos hermanas, ya fallecidas, estuvieron siempre con ella al frente del negocio, y aunque peleaban en cantidad porque eran tres universos diferentes, cuando se cerraba la puerta nadie se llevaba rencores o corajes. Y cuidado con que alguno de nosotros criticara a una frente a las otras, porque se defendían como leonas. Perderlas ha sido difícil porque fue como perder dos madres. 

Mis tías paternas también eran tremendos personajes. Con una de ellas, en su casa en Miami, pasaba horas escuchando conferencias de teólogos de avanzada. Publicó dos libros, uno de ellos de poesía, y dejó escrita una novela que nunca he podido leer, pero que me gustaría hacerlo y, quién sabe si publicarla de forma póstuma como un homenaje a lo mucho que significó en mi vida. Mi otra tía, Eva Luz, fue cónsul de Nicaragua durante muchos años y cuando murió a sus noventa y pico, todavía tenía el título de “cónsul honoraria”.   Y ni hablar de mis hermanas, cada una de ellas profesionales dentro de campos como la publicidad, el baile y el diseño de joyas. Todas mujeres creativas, talentosas y trabajadoras. Lo mismo puedo decir de mis primas que son como hermanas, amigas más cercanas, y compañeras de trabajo que he tenido a través de estas cuatro décadas en los medios que estoy celebrando este año. Me siento bendecida por las mujeres que me rodean, lo que he aprendido de ellas, y lo que seguiré aprendiendo. A ellas, y a todas las mujeres que se fajan todos los días por crecer y servir a otros, felicidades en nuestro día, semana y mes. Seguimos la lucha por nuestros derechos, pero disfrutando apasionadamente la vida en el proceso. 

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Viejas y “atrofiadas”  https://www.behealthpr.com/viejas-y-atrofiadas/ Sun, 25 Feb 2024 08:24:14 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=62095 He sido paciente del mismo ginecólogo prácticamente la mitad de vida. A través de más de treinta años me ha visto atravesar por muchas etapas y cambios, no solo físicos, sino emocionales también. Pero ya a sus ochenta, él está a punto de retirarse, y aunque no ha tomado todavía la decisión, decidí buscar una …

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He sido paciente del mismo ginecólogo prácticamente la mitad de vida. A través de más de treinta años me ha visto atravesar por muchas etapas y cambios, no solo físicos, sino emocionales también. Pero ya a sus ochenta, él está a punto de retirarse, y aunque no ha tomado todavía la decisión, decidí buscar una nueva alternativa para comenzar el proceso de desapego. Después de todo, si hay un especialista con quien necesitamos sentir confianza y compenetración es con ese que va a estar examinando áreas tan íntimas de tu cuerpo que posiblemente nadie ha visto nunca.  

Y así llego a mi primera cita con este ginecólogo. Antes de verlo, la enfermera me tomó mis vitales y me hizo una serie de preguntas, entre ellas, una que entiendo es necesaria, pero me mueve las entrañas. “¿Está activa sexualmente en este momento?” “No, por desgracia…” le respondí tratando de ponerme graciosita, y ella me sonrió como con pena.

Después paso donde el médico, un poco sobrepeso él, y que tendría cerca de cincuenta años. Lee los datos que le pasó la enfermera y vuelve a preguntar: “¿Entonces no está activa sexualmente?” Y dale. Y yo loca porque me preguntara “¿y por qué?” para contarle lo difícil que está la calle para las mujeres de mi edad.  Inhalé y exhalé y seguí a la enfermera al cuarto de examen.  

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Me acosté y espatarré en la “burra” (término con el cual coloquialmente se conoce la camilla donde los ginecólogos y/o obstetras realizan sus exámenes) y el médico comenzó a hacerme el incómodo pero necesario Papanicolau. Y tan pronto terminó, lo escucho decir: “Aquí hay atrofia…” “Perdón, doctor, ¿que hay qué?” le pregunté un poco en shock. “Sí”, repitió enfático, “aquí hay atrofia.”  “¿Y qué quiere decir eso?”, seguí preguntando. “Bueno, que, con la falta de estrógeno y los años, las paredes de la vagina se afinan y se atrofian”.  Así, directo al punto.

Al preguntarle cuales eran las consecuencias, me respondió: “Bueno, con la resequedad en el área puede haber aumento en infecciones vaginales, a veces sangrado, y dolor al tener relaciones sexuales, pero como usted no está activa sexualmente no creo que eso sea un problema”. ¿En serio?  ¿Iba a seguir recordándomelo?  

No me malentiendan, no es que esté en negación acerca de lo que ocurre cuando perdemos el estrógeno luego de la menopausia. Podría dar una charla sobre el tema. Estoy clara. Pero es la forma. Y recordé cuando en tantas ocasiones mi médico de toda la vida me decía después del examen: “Estás como una nena de quince”. Posiblemente lo hacía para que me sintiera bien. O tal vez en los últimos años, como ya tenía problemas de visión, no se dio cuenta de mi “atrofia”. O tal vez no creía que fuese tan grave la cosa como para mencionármela.

Lo cierto es que no sé cuánto tiempo llevo “atrófica”, pero lo que sí sé es que hay formas y hay formas de decir las cosas. Espero que un médico sea sincero conmigo, pero que esa honestidad vaya acompañada de algo de empatía, por favor. Les tengo que confesar que en un momento dado me pasó por la mente decirle: “Yo estaré atrófica, pero si usted no baja de peso veo un infarto en su futuro”. Pero no lo hice.  

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Me habló sobre un posible tratamiento con estrógeno en crema, y me dio una cita de seguimiento para discutir el resultado del Papanicolau. No, no regresé. Y ese día por primera vez a mis sesenta y cinco años me sentí vieja, vieja y atrofiada. Pero me consoló el hecho de que esta experiencia me estaba proveyendo material para una columna y, en algún momento, para un stand-up comedy. 

Solicité más adelante el resultado de la prueba para tenerlo en récord cuando vaya el año que viene a otro ginecólogo. O creo que voy a intentar con una ginecóloga para ver si encuentro más solidaridad y empatía. Posiblemente una ya entradita en años y que esté tan atrofiada como yo.  Les sigo contando.

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Corazón agradecido… corazón saludable https://www.behealthpr.com/corazon-agradecido-corazon-saludable/ Sun, 11 Feb 2024 09:44:00 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=61344 Todos conocemos personas que se dedican a quejarse constantemente, centrándose en lo que han perdido o en lo que ya no está presente, sin aprovechar la oportunidad de reconocer las múltiples bendiciones que tienen frente a ellos. La realidad es que la forma en que percibimos la vida determina nuestra reacción ante ella. Puedes ver …

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Todos conocemos personas que se dedican a quejarse constantemente, centrándose en lo que han perdido o en lo que ya no está presente, sin aprovechar la oportunidad de reconocer las múltiples bendiciones que tienen frente a ellos. La realidad es que la forma en que percibimos la vida determina nuestra reacción ante ella. Puedes ver las pérdidas como oportunidades para crecer y aprender, expresando tu gratitud, o puedes optar por verlas desde la perspectiva de una víctima, sintiéndote disminuido por los desafíos que la vida te ha presentado.

Lo que muchos desconocen es que, más allá de la fortaleza espiritual que acompaña al agradecimiento, este también conlleva numerosos beneficios para la salud. En el ámbito de la salud mental, diversos estudios han demostrado que los síntomas de la depresión y la tristeza disminuyen cuando practicamos la gratitud. Es natural que aquellos que encuentran motivos para agradecer experimenten una mayor felicidad en su día a día y tengan la capacidad de construir relaciones interpersonales más saludables.

Además, se ha descubierto que el agradecimiento reduce los niveles de ansiedad al mantenernos enfocados en el presente, en lo que tenemos y reconocemos hoy en nuestras vidas. Este cambio de perspectiva nos permite vivir el momento actual, disminuyendo el estrés no porque no haya caos externo, sino porque el agradecimiento se convierte en el ancla que nos mantiene en paz y equilibrio internos.

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Es natural que, si el agradecimiento reduce la tristeza, la ansiedad y el estrés, también se convierta en una medicina eficaz para la salud cardiovascular. Nuestro cuerpo responde a nuestras emociones, y diversos estudios han demostrado que el bienestar derivado del agradecimiento tiene un impacto positivo en los marcadores de riesgo cardiovascular, como el fallo cardiaco, la función cardiaca y la actividad del sistema nervioso autónomo.

Este descubrimiento ha impulsado el crecimiento significativo de la llamada «investigación en gratitud», especialmente en pacientes con enfermedades cardiovasculares. Los sentimientos de bienestar y felicidad asociados con el agradecimiento se han revelado como una fuerza curativa positiva para el corazón.

¿Cómo puedes aprender a ser más agradecido? Comienza escribiendo diariamente algo por lo cual dar gracias, ya sea algo aparentemente insignificante que marcó la diferencia en tu día o una de tus grandes bendiciones. Establecer esta rutina de buscar cosas para agradecer aligerará tu corazón. Además, es fundamental reducir la velocidad en la vida cotidiana. La prisa es enemiga del mindfulness y amiga del estrés. Al tomar el tiempo para respirar y vivir en el momento presente, nos volvemos más conscientes de las maravillas que nos rodean, permitiéndonos apreciarlas y agradecer su presencia en nuestras vidas.
Practica la gratitud cuando sientas que la ansiedad, el enojo o la tensión aumentan. Cambia tu enfoque mental y sumérgete en el recuerdo de un momento en el que experimentaste profundo agradecimiento, ya sea por un gesto generoso o por haber hecho feliz a alguien.

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Finalmente, no hay mejor manera de cultivar la gratitud que expresándola verbalmente a los demás. Agradece a tu pareja, hijos, nietos, amigos o incluso a las personas que realizan tareas cotidianas, reconociendo su importancia en tu vida. Validar a los demás refuerza los lazos y nos conecta con la energía positiva del agradecimiento. Practica la gratitud por ti, por tus seres queridos y por tu corazón.

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Nos vemos en la próxima https://www.behealthpr.com/nos-vemos-en-la-proxima/ Sun, 28 Jan 2024 09:42:00 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=60474 Los que me conocen, o conocen mi historia de vida, saben que me he casado y me he divorciado tres veces. En mis charlas, y cuando hago “stand up comedy”, bromeo con tener un superpoder que las mujeres envidian. El poder consta en que mis ex, ya sean maridos o ex parejas, o se mudan …

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Los que me conocen, o conocen mi historia de vida, saben que me he casado y me he divorciado tres veces. En mis charlas, y cuando hago “stand up comedy”, bromeo con tener un superpoder que las mujeres envidian. El poder consta en que mis ex, ya sean maridos o ex parejas, o se mudan de Puerto Rico y nunca los vuelvo a ver, o se mueren. En otras palabras, que no puedo tener un encuentro “incómodo” con un ex en algún lugar de Puerto Rico, porque aún a los que están vivos, no los veo desde hace años. 

Y ese es el caso del que fue mi primer esposo, mucho antes de yo ser periodista y figura pública. Fuimos novios desde mis diecisiete años y me casé teniendo veintiuno. Ya a los veintiséis me estaba divorciando. Tomé esa difícil decisión porque me di cuenta de que nuestras visiones de vida y lo que aspirábamos en términos de nuestro futuro como pareja, no eran compatibles.  Pienso que como nuestra relación siempre fue de larga distancia, porque en esos cuatro años de noviazgo solo nos veíamos en vacaciones, en realidad no nos conocíamos bien. Y cuando se dio la convivencia, me di cuenta de que a pesar de que era un excelente ser humano, yo no caía dentro del marco de lo que él había visualizado como esposa. Hubiese tenido que dejar de ser yo para hacerlo feliz, y eso era algo que no estaba dispuesta a negociar. 

Nunca lo volví a ver después del divorcio porque él hizo su vida fuera de Puerto Rico. Eso fue hace cuarenta años. Ni él ni su familia inmediata, padres y hermanos, me volvieron a hablar o procurar. No me perdonaron el que yo terminara la relación. Fue algo que me dolió mucho, ya que los consideraba familia. Pero así es la vida. Sí he mantenido comunicación con algunas de sus primas y primos que siempre me han tenido mucho cariño.  

Fue precisamente una de esas primas quien se comunicó conmigo a principios de enero para informarme que él había fallecido. Fue duro escucharlo, no solo porque él solo tenía sesenta y siete años y nunca me enteré de que estaba enfermo, sino también porque albergaba la esperanza de que en algún momento nos pudiésemos sentar a hablar y sanar las heridas que dejó nuestra separación. 

A principios del 2020 hice un intento por comunicarme con él escribiéndole un correo electrónico. Fue un comienzo de año convulso en muchos sentidos. Enero nos recibió en Puerto Rico con dos terremotos de más de 6 de intensidad. A nivel personal fui diagnosticada con artritis reumatoide. Y a pocas semanas llegó el encierro por la pandemia. Sentí que era el momento para intentar atar ese único “cabo suelto” que tenía.  El “combo” de esos sucesos me motivó a conseguir su email y escribirle.  

En el correo le dejaba saber lo mucho que me alegraba de que había podido construir una vida personal y profesional exitosa y feliz (lo sabía por lo que me había contado una amiga en común). Le dije lo que tal vez nunca le había dicho, lo importante que había sido en mi vida independientemente de que la relación entre nosotros no hubiese funcionado. Y terminé escribiéndole que, si en algún momento venía a Puerto Rico, me gustaría mucho que pudiésemos encontrarnos y hablar.  Nunca me contestó, pero pienso que yo no esperaba que lo hiciera. Tal vez le escribí para mí, no para él. Pero tampoco me rebotó el email, como ocurre cuando uno tiene la dirección incorrecta. Así que es posible que lo haya leído. Les cuento esto porque si en estos momentos en tu vida tienes un cabo suelto por ahí que entiendes te gustaría intentar amarrar, no sigas esperando para dar el paso. La vida se nos va, y aunque nada nos garantiza que las heridas van a sanarse, por lo menos nos queda la satisfacción de haber hecho el intento. En mi caso, como creo en la reencarnación, sé que el encuentro se volverá a dar en algún momento. Mientras tanto, a ti, HC, gracias por el amor y por lo aprendido, y nos vemos en la próxima.

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De aventuras viajeras… https://www.behealthpr.com/de-aventuras-viajeras/ Sun, 14 Jan 2024 09:05:00 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=59791 En noviembre pasado pinté la casa por dentro y decidí mover la energía de mi hogar regalando y botando muebles, y cambiando cuadros y decoraciones de lugar. Todavía estoy en el proceso de colgar cuadros, pero les confieso que mi espacio se siente distinto, más liviano, más abierto y más yo.   Decidí dedicar una pared …

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En noviembre pasado pinté la casa por dentro y decidí mover la energía de mi hogar regalando y botando muebles, y cambiando cuadros y decoraciones de lugar. Todavía estoy en el proceso de colgar cuadros, pero les confieso que mi espacio se siente distinto, más liviano, más abierto y más yo.  

Decidí dedicar una pared en la entrada de la casa a mis viajes, los más significativos que he hecho hasta el momento. Estoy incluyendo fotos y máscaras (las he coleccionado por años), de algunos de esos lugares especiales que he visitado. Buscar las fotos en los álbumes ha sido como viajar en una cápsula del tiempo a momentos maravillosos.  

Me percaté que he visitado cuatro de las siete maravillas del mundo:  Machu Picchu en Perú, el Taj Mahal en India, el Coliseo en Roma y, la más reciente, la Gran Pirámide de Giza en Egipto. Ya llegaré a algunas de las otras. He viajado dos veces a la India. En la segunda ocasión me afeité allá la cabeza como parte de un proceso de renovación física y emocional luego de mi divorcio. Fue un peregrinaje en el cual crecí mucho espiritualmente pero también me reí tanto con ese grupo espectacular de compañeros del centro budista Ganden Shedrub Ling al cual pertenezco. 

Otro viaje que nunca olvidaré fue el que hice con mis padres y mi ex esposo a Europa en crucero. Papi y mami nunca habían ido a Europa, así que ahorré para invitarlos y vivir esa experiencia con ellos. Pasear con ellos en góndola en Venecia; pasar el susto de verlos montados juntos en una motora en Santorini; y haber tenido la oportunidad de ver a mi madre respirar el Vaticano y la Capilla Sixtina, fueron momentos que todavía hoy, casi veinte años más tarde, hacen que me emocione al recordarlos. 

Claro, tenemos que admitir que viajar antes era más fácil. Ahora es un acto de valentía en muchos sentidos, especialmente después de la pandemia. El salir a tiempo es un milagro. Si llega el avión a veces no hay pilotos ni asistentes de vuelos, y cuando hay tripulación, no llega el avión. Mi viaje más reciente fue, como todos los años, a Tampa, a pasar la Navidad allá con dos de mis hermanas y sus familias. El año pasado, después de posponerse el vuelo cinco horas, terminaron cancelándolo hasta el otro día y yo terminé durmiendo en el aeropuerto de Isla Verde para poder salir al día siguiente a las cinco de la mañana.   

Este año, para mi sorpresa, el avión estaba allí ya desde dos horas antes. Y abordamos a tiempo. Pero cuando estábamos ya adentro nos dicen que se dañó una pieza del aire acondicionado y tardarían como veinte minutos en arreglarla.  “Ok”, pensé “Son solo veinte minutos”. Todo el mundo respiró cuando comenzamos a sentir el friito saliendo del aire. Y fue ahí que nos soltaron la bomba. El piloto nos informó que mientras arreglaban el aire alguien se había percatado de que el avión tenía una goma vacía, y que tendríamos que salir todos de la nave, con nuestros equipajes de mano, para que pudiesen cambiar la goma.  Inhalé y exhalé.  

Ya llevaba como cuatro horas en el aeropuerto y la espera fue como de hora y media más. Un grupito de nosotros ya nos habíamos hecho panas. Y todos teníamos que escuchar cada veinte minutos más o menos el nuevo mensaje que te da la bienvenida al Aeropuerto Luis Muñoz Marín. Es la voz de Dayanara Torres y dice más o menos así: “Bienvenidos al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín.  Soy Dayanara Torres, Miss Universo 1993 y embajadora del Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín…” Y por ahí sigue hablando de las maravillas de Puerto Rico. Ah…y después se repite en inglés. Dayanara tiene una voz hermosa, pero después que la has escuchado cincuenta veces en una noche como que uno va perdiendo la paciencia. En una de esas no pude controlarme y dije en voz alta “Si Dayanara vuelve a darme la bienvenida me va a dar algo”. Y todos se rieron porque estoy segura de que estaban pensando lo mismo y nadie se atrevía a decirlo.  

La cosa es que el vuelo salió con casi cuatro horas de retraso, pero llegamos a Tampa y, por supuesto, todos los boricuas aplaudimos al aterrizar.  Lo pasé divino allá con mi familia, aunque me tomó como dos días borrarme de la mente la voz de Dayanara. Estoy loca por encontrármela para contarle. Y aún a pesar de todo…seguiré viajando. 

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Esperanza en tiempos de caos https://www.behealthpr.com/esperanza-en-tiempos-de-caos/ Sun, 10 Dec 2023 00:12:31 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=58752 Lo sé. Hay días en que no nos huelen ni las azucenas (y no es que hayamos perdido el olfato por COVID).

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Lo sé. Hay días en que no nos huelen ni las azucenas (y no es que hayamos perdido el olfato por COVID). Es que sencillamente nos quedamos sin ganas. Este embotamiento mental/emocional puede ser consecuencia del cansancio emocional o físico que resulta del enfrentamiento con los retos diarios; o estamos hartos de la negatividad de las noticias locales y globales; o sencillamente no encontramos la respuesta a las muchas preguntas que naturalmente surgen ante una pérdida.

Todos conocemos el refrán que dice “Lo último que se pierde es la esperanza”. Pero siendo honestos, sabemos que en muchas ocasiones la esperanza es lo primero que se pierde, para dar paso a la tristeza y el desasosiego. Pero les tengo una buena noticia y es que esa esperanza siempre se puede recuperar. De la misma forma en que la felicidad, para mí, es una decisión personal, también lo es la construcción de la esperanza. Es no solo un acto de fe, sino también de asertividad. Es afirmar que aun cuando la solución a lo que sea no necesariamente va a ser la que esperamos, siempre va a ser la perfecta, la que tiene que ser. Y por ahí empezamos.

Para conectarnos con la esperanza tenemos, primero que nada, querer hacerlo. El primer paso es darnos permiso para tener esperanza. Que eso quiere decir que podemos decepcionarnos, claro que sí. Pero en el proceso tenemos algo a lo que aspirar, un optimismo realista que nos recuerda que todo pasa y que las cosas pueden ser mucho mejores de lo que nos parecen ahora en estos momentos. Para lograrlo yo busco conectarme con mi niña interna. Los niños son grandes maestros de la esperanza. Aún cuando los adultos les fallamos, ellos tienden a esperar lo mejor y a confiar.

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Esa es una de las razones por las cuales debemos cuidar tanto sus emociones, ser honestos con ellos, y nunca prometerles lo que no podemos cumplir. Porque van a seguir teniendo esperanza en nosotros, porque necesitan tenerla. Hasta que un día se cansan y esa herida que queda es difícil de sanar. Así que, si quieres esperanza en tu vida, visualízate como un niño o niña que ve la vida a través de los ojos de la inocencia.

En momentos de caos, funciona también enfocarnos en alguna meta, por más pequeña que nos parezca. Debe ser algo que nos genere alegría, no solo al pensar en lo que se sentirá lograrlo, sino también en el proceso de conseguirlo. Esta semana estuve compartiendo con una amiga que tiene varias condiciones de salud complicadas, pero me demostró cómo vive un día a la vez, disfrutándose lo que tiene y siempre haciendo planes para lo que vendrá. Sus condiciones médicas siguen allí, pero su enfoque en su trabajo y familia la llenan de esperanza.

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Cuando la visión emocional está nublada y sientes que no ves esa luz al final del camino, una de las herramientas más efectivas es activar a nuestros grupos de apoyo. Necesitamos esas y esos “cheerleaders” que lleguen a hacernos reír o a acompañarnos a llorar si hay que hacerlo; a recordarnos que la vida es bella y a ofrecernos alternativas que tal vez no estamos viendo pero que pueden expandirnos esa percepción limitada resultado del caos en nuestras vidas.

Y, por último, la esperanza siempre va de la mano de la fe. Esa convicción de que existe un Orden Divino y de que somos seres espirituales con una gran fuerza que está ahí aún cuando no la reconozcamos. Conectemos con esa fe y la esperanza fluirá a borbotones. Que sea lo último que pierdas, pero si no la encuentras, comienza a buscarla porque yo te aseguro que está en ti.

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Gracias a la vida… https://www.behealthpr.com/gracias-a-la-vida/ Fri, 24 Nov 2023 19:09:02 +0000 https://www.behealthpr.com/?p=58139 Es posible que la vida te haya robado mucho, pero estoy segura también que te ha dado el doble. Pero por alguna extraña razón

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La semana pasada recibí una llamada del número de una persona a quien casé hace cerca de cinco años.  No nos habíamos visto desde la boda, pero nos manteníamos en contacto por Facebook y cada vez que ella y su esposo celebraban un aniversario, subían una foto del día de la boda y me mencionaban con mucho cariño.   

Al responder la llamada, y para mi sorpresa, no era ella sino él al otro lado de la línea.  Estaba atacado en llanto.  “La perdimos ayer,” me dijo.  “Se nos fue”.  Yo no lo podía creer.  El trató de explicarme lo que pudo, pero casi ni le entendía.  Habían salido de una actividad del trabajo, y ella había sentido dolor de pecho y adormecimiento del brazo izquierdo. Fueron de inmediato a emergencias, pero el ataque al corazón fue fulminante.  

Tenía cincuenta y cuatro años. El esposo me pidió que si sería posible que yo dijera algunas palabras en los actos fúnebres, que él se sentía perdido, y que para ellos, la forma que había hablado en su ceremonia de bodas cinco años antes había sido algo muy especial.  Accedí, y así lo hice. 

Fue un momento muy emotivo. Entre el dolor, el “shock” ante una pérdida tan súbita, y los hermosos recuerdos que tantos tenían de ella, se convirtió en una mezcla de despedida y celebración de vida.  

Entre las palabras que compartí hablé de una frase que se le atribuye al Buda y que dice: “El peor error de los seres humanos es creernos que tenemos tiempo.”  Y así es. Creemos que nos queda tiempo para disfrutar “algún día” esto o aquello; para decir “te quiero” o pedir y dar perdones; para trazarnos y alcanzar metas y sueños… Creemos que nos queda tiempo. Pero lo único que tenemos realmente es hoy.  

Esta experiencia me llevó a reengancharme con el agradecimiento a la vida.  Y digo “reengancharme”, porque siempre he tendido a ser una persona agradecida.  Pero hay momentos que se convierten en bofetadas cósmicas porque te recuerdan apreciar lo que tienes, y aprovechar cada minuto, cada persona, y cada oportunidad que se nos presenta para servir, compartir y acumular felicidad. 

Es posible que la vida te haya robado mucho, pero estoy segura también que te ha dado el doble. Pero por alguna extraña razón, los seres humanos tendemos a agarrarnos más de lo que hemos perdido que de aquello que tenemos todavía de frente.  

Es imposible ser agradecidos cuando vivimos agarrados al pasado y con la ansiedad constante por el futuro. Porque vivir en el pasado o en el futuro nos impide ver el hoy, la riqueza que nace de aprender a disfrutar cada momento como si fuese el último… porque bien podría serlo. 

Hoy me prometo estar más consciente de los pequeños momentos y agradecer cada uno de ellos; me prometo darle las gracias a todos aquellos que hagan una diferencia positiva en mi vida, y aún, a los que aporten negatividad, porque me ayudan a crecer.  

Me prometo quejarme menos y reírme más; soltar la prisa que nos impide vivir en el presente; tomar responsabilidad por lo que me toca y dejar de culpar a otros por ser como son.  

Hoy doy gracias a la vida que me ha dado tanto… esperando que ese agradecimiento sea el motor que me empuje a disfrutar cada momento de ella, lo que sea que me quede, hasta la saciedad.  Y los invito a que hagan lo mismo, a que reconozcan lo que tienen, lo agradezcan, y en el proceso vivan intensamente.  Solo tenemos el hoy… Mañana, quién sabe.  

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