La Organización Mundial de la Salud compartió una alarmante cifra en donde indica que alrededor de 700,000 personas mueren por suicidio en todo el mundo cada año.
La muerte por suicidio constituye la segunda causa de muerte en adolescentes y adultos jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y los 29 años e impacta la vida, especialmente de varones de más de 80 años, que se ven agobiados por la soledad, el dolor crónico o la pérdida del sentido de la vida.
Enfatizando en la importancia de hallar una solución a esta problemática que impacta a todos los géneros y edades en el mundo, investigadores se centran en el fenómeno multifactorial del suicidio en el que se involucran factores psicosociales, culturales, religiosos, ambientales, genéticos, biológicos y bioquímicos y confían en que la neuroinmunoendocrinología (disciplina que estudia las complejas interacciones entre el sistema nervioso, el sistema inmunológico y el sistema endocrino), facilite su comprensión y permita alcanzar herramientas para prevenirlo.
«La neuroinmunoendocrinología estudia la interacción entre los sistemas nervioso, endocrino e inmune. Explorar al suicidio desde esta perspectiva ayuda a comprenderlo y a establecer los mecanismos e interacciones moleculares que le subyacen», explicó a Medscape Gilberto Pérez, Ph. D., investigador en Ciencias Médicas del Departamento de Investigaciones en Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, integrante del equipo autoral de un artículo de revisión publicado en la revista World Journal of Psychiatry.
«La neuroinmunoendocrinología explora de qué modo factores como el estrés crónico, la inflamación y los desequilibrios hormonales pueden influir en la salud mental y en la aparición de conductas suicidas. Además, estudiar al suicidio con un enfoque neuroinmunoendócrino puede ser de utilidad para identificar biomarcadores que permitan predecir el riesgo de cometerlo y para desarrollar intervenciones más personalizadas», agregó Pérez.
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Hallazgos previos
Otras investigaciones han revelado que el suicidio no solo responde a causas psicológicas o sociales, sino que también involucra alteraciones biológicas complejas.
La comunicación entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico, a través de mediadores como hormonas, citocinas y neurotransmisores, influye en la respuesta del organismo al estrés.
Esta nueva investigación ofrece una mirada integradora, incluyendo factores como inflamación sistémica, disfunción del eje HPA, activación de la microglía, alteraciones en serotonina y dopamina, y cambios epigenéticos.
Estudios practicados en personas después de su muerte, han identificado procesos inflamatorios y epigenéticos en el cerebro de personas que murieron por suicidio, así como niveles elevados de cortisol e implicaciones hormonales y genéticas.
Además, otros estudios buscan sumar a la discusión factores hormonales (p. ej., patologías tiroideas) y aspectos genéticos que también influyen en la fisiopatología del suicidio, aunque todavía no sean del todo bien entendidos.
¿Qué aportes trae la neuroinmunoendocrinología?
La neuroinmunoendocrinología no busca explicar el suicidio solo desde lo biológico, sino que ayuda a complementar la forma en que se entiende y se aborda este tema.
«Estudiar el suicidio desde el enfoque neuroinmunoendócrino no pretende mostrar una visión reduccionista, por el contrario, busca integrar información relevante para que los profesionales de la salud puedan integrarlo a sus áreas de experticia, con la intención de fomentar un entendimiento más holístico, integrando aspectos biológicos, psicológicos y sociales», detalló Pérez.
La perspectiva de esta investigación no deja de lado el impacto psíquico de algunas experiencias traumáticas que se vivieron durante los primeros años de vida. Por ejemplo, ha detectado tasas más altas de suicidio en personas que durante su infancia estuvieron expuestas a guerras, desastres naturales, abusos físicos y sexuales.
Estos desencadenantes llevan a presentar una inflamación crónica que a su vez impacta el sistema inmune y por eso, se busca alcanzar una comprensión integral del fenómeno del suicidio.
«Trauma, abuso, negligencia, pobreza o discriminación no solo afectan lo emocional, sino que también alteran la biología«, aseguró el Dr. Federico Daray, médico especialista en psiquiatría y medicina legal a Medscape
Añadió que «es una herramienta más para entender por qué algunas personas, expuestas a factores similares, desarrollan riesgo suicida y otras no. En este sentido, lejos de alejarse de lo psicosocial, lo integra y le da profundidad».
«Aquí logramos identificar que la serotonina sérica podría ser un biomarcador de riesgo de la conducta suicida, pero aún estamos analizando los datos recientemente obtenidos y esperamos publicar pronto este trabajo», compartió Pérez Sánchez.
Para el doctor Pérez está disciplina, la neuroinmunoendocrinología, busca encontrar terapias que permitan prevenir el suicidio especialmente en zonas como Latinoamérica en donde se enfrentan tasas crecientes de suicidio especialmente en adolescentes y adultos jóvenes y en donde muchas veces no se cuenta con las herramientas para prevenirlo de forma temprana.
El identificar patrones biológicos asociados al riesgo permite alcanzar tratamientos específicamente dirigidos y aunque se requiere más investigación, con su grupo de laboratorio de psicoinmunología se pretenden identificar biomarcadores que permitan diagnosticarlo y que contribuyan a alcanzar una sociedad más empática en donde se reconozca que el sufrimiento y el estrés dejan marcas en el cuerpo y que la inflamación pueda hacer que estas personas tomen la decisión de llegar al suicidio y que se enfatice en buscar soluciones efectivas
Prevención y control
La OMS ha elaborado una guía para prevenir el suicidio denominada Vivir la vida en la que se recomiendan las siguientes intervenciones de eficacia demostrada que se basan en la evidencia:
- restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse (por ejemplo, plaguicidas, armas de fuego y ciertos medicamentos);
- educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio;
- fomentar aptitudes socioemocionales en los adolescentes; y
- detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas con conductas suicidas, además de hacerles un seguimiento.
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