Antonio Martorell es un contador de historias visuales que se ha convertido en una figura clave en la cultura puertorriqueña y ha dedicado su vida a crear y provocar reflexión a través del arte.
A sus 86 años nos recibió para la entrevista con muebles creados hace cien años por su abuelo y recuerda con amor que tras muchas herencias llegaron a las manos que debían llegar “las suyas” para fortalecer el amor que siempre se tuvo con su abuelo.
Dice que la madera es de sus superficies favoritas para trabajar, disfruta tallarla, pintarla y grabar sobre ella.
“Yo iba muchas veces al taller de mi abuelo a zambullirme en las montañas de aserrín y fue una experiencia extraordinaria y con los años, ese taller se convirtió en el “Taller Alacrán” que hice a finales de los años 60”, recordó.
Descubriendo su talento
De niño una tía lo vio dibujar y, reconociendo su talento, lo inscribió en clases. Reconoce que siempre le ha gustado fantasear, descubrir el mundo y transformarlo con olores y colores.
“Los artistas, lo que hacemos en cierto modo es recuperar esa infancia”, explicó. Y añadió que a sus 86 años cuida a su niño interno y vive la vida disfrutando de la risa y las “payasadas”
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El hijo adoptivo de Ponce
Hace treinta años llegó a Ponce y el lugar que alquiló para prepararse y hacer su primera exposición en el Museo de Artes de Ponce, hoy es su “taller, hogar y lugar de exposición”, todo junto.
Aunque su madre quería que fuera médico, él supo que su gusto siempre estaba inclinado por el arte, aunque nunca se vio a futuro como un artista reconocido.
“En la temprana adolescencia le dije que quería ser artista, pegó el grito en el cielo y me dijo que me iba a morir de hambre y eso espantó a la musa de la creación, al menos por 10 años”, recordó.
Realizó estudios en pre médica en la UPR en Río Piedras y al salir consiguió una beca para estudiar Diplomacia en Washington, pero al entregar el diploma a su madre y hacerla feliz la vida, le regaló a él un cheque para irse un año a estudiar arte en Madrid.
Su regreso a Puerto Rico estuvo marcado por un compromiso con su pueblo y por eso, a través de sus pinturas, el grabado y sus escritos expone su oposición contra la injusticia.
Mi verdadera vocación es la comunicación. Ser artista te otorga una plataforma poderosa para decir lo que muchos no pueden. Es un privilegio que conlleva una gran responsabilidad», afirmó.
Un hombre responsable con su bienestar
Hace años enseñó a su cuerpo a comer lo necesario evitando los excesos. Además, camina todos los días con un entrenador personal y realiza estiramientos.
Es un hombre fuerte a nivel emocional y compartir con jóvenes en sus talleres lo nutre con su entusiasmo, energía, afecto y ganas de aprender. “Ellos me cuidan más de lo que yo me cuido”
Reconoce el talento de los jóvenes y cree que Puerto Rico está muy bien en este campo cultural.
Canta mal, pero disfruta hacerlo cuando se toma unos tragos. “Saco de tono a todo el mundo, canto malo, malo, malo, me los llevo por delante”, dijo entre risas.
Un hombre que se ama como es
Empezó a perder su cabello a los 16 años y para calmar su vanidad compró sombreros y desde ahí, ha recibido otros de regalo completando cientos de ellos.
Dice ser apegado a muchas cosas de su vida y se considera un artista gozador que tiene claro que la vejez es para gozar hasta el último suspiro, y así espera hacerlo.
“No puedo pensar en otra forma de vivir que no sea gozando. A veces, cuando tengo pensamientos negativos, tengo el resorte instantáneo de pensar en el proyecto que me ilusiona, lo que estoy haciendo y vivir en presencia mental. Siempre el nuevo proyecto es el mejor”, afirmó.
Martorell fue condecorado con la Medalla Nacional de las Artes en 2023 y dice que este galardón lo recibió por la solidaridad de la comunidad. Es un maestro de la vida y un representante talentoso del pueblo boricua.
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