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Después de un ataque cerebral: ¿Hasta dónde es saludable la actividad física?

Por Laura Williamson, ©American Heart Association News

Jeff Vallance solía comenzar cada día con una carrera de 4 millas (6 kilómetros). Era algo que lo despertaba y lo mantenía en forma. Como experto en el tema del control de enfermedades crónicas, conocía muy bien la importancia de mantenerse activo.

También sabía bien cuáles eran las señales de un ataque cerebral. Cuando su pie derecho empezó a entumecerse, rozando la acera y haciéndole tropezar en su trote diario, se preocupó. Luego, comenzó a sentir cosquilleo en el brazo derecho, seguido por la misma sensación en el lado derecho de la cara.

«Comencé a decir cosas en voz alta y me di cuenta de que mi habla estaba cambiando», dijo. «El lado derecho de mi boca no quería funcionar como el lado izquierdo».

Vallance supo el significado de lo que estaba sucediendo porque recordó las siglas en inglés de FAST, elementos con los que se reconoce un ataque cerebral y se puede salvar vidas: Face drooping (rostro caído), Arm weakness (brazo débil), Speech slurring (dificultad para hablar o de otro tipo), Time to call 911 (es tiempo de llamar al 911). En efecto, le estaba sucediendo un ataque cerebral.

Lo que no sabía era lo difícil que iba a ser recuperarse, ni que pasaría más de un año antes de que se sintiera lo suficientemente seguro como para retomar sus carreras diarias.

«Durante años, les he dicho a todos los pacientes con enfermedades crónicas que participan en nuestras investigaciones que salgan y se mantengan activos», dijo Vallance, profesor y titular de la Cátedra de Investigación Canadiense sobre la Promoción de la Salud y el Control de Enfermedades Crónicas de la Universidad de Athabasca, en Alberta. «Nunca me di cuenta de la increíble cantidad de miedo y aprehensión que debían sentir esas personas».

Las investigaciones indican que es bueno mantener la actividad física durante la recuperación de un ataque cerebral. En una declaración científica de 2014, la American Heart Association recomendó a los médicos que prescribieran actividad aeróbica con intensidad de baja a moderada, junto con actividad de fortalecimiento muscular, reducción del comportamiento sedentario y control de riesgos para prevenir un segundo ataque cerebral.

Las directrices de la AHA que se publicaron el pasado mayo ofrecen elementos aún más específicos. Para los pacientes que son capaces, pide actividad aeróbica moderadamente intensa en periodos de por lo menos 10 minutos, cuatro veces por semana, o una actividad vigorosa durante un mínimo de 20 minutos, dos veces por semana.

Para las personas con problemas de movilidad, las directrices recomiendan buscar un programa de ejercicio supervisado con un profesional de la salud, como un fisioterapeuta o un especialista en rehabilitación cardíaca.

Sin embargo, las directrices se aplican de forma general, y Vallance aprendió rápidamente que se sabía poco acerca de la manera que el ejercicio podría afectar su situación en particular.

«Me quedé atónito cuando mi neurólogo y mi cardiólogo me aconsejaron que me abstuviera de hacer ejercicio vigoroso y de levantar objetos pesados», dijo Vallance.

Vallance sufrió un ataque cerebral isquémico, ocasionado, muy probablemente, por un foramen oval permeable (FOP), el cual es una abertura entre las dos cámaras superiores del corazón. Eso había permitido que la sangre, y un coágulo, se filtraran del lado derecho del corazón al izquierdo al hacer esfuerzo.

Sus médicos advirtieron que un esfuerzo continuado podría hacer que los coágulos de sangre subieran directamente al cerebro y se desencadenara un segundo derrame cerebrovascular. Indicaron que no debía esforzarse demasiado hasta que no se pudiera cerrar ese agujero. Vallance, un ávido corredor de fondo, llevaba 25 años corriendo. Le aterraba la idea de que hacer una de las cosas que más le gustaba podría perjudicarlo. Buscó orientación para ver qué podría hacer en lo que esperaba el procedimiento para cerrar el agujero de su corazón.

Encontró poco en la literatura científica. Los investigadores apenas confirmaron recientemente que cerrar ese orificio tras un derrame cerebrovascular era incluso necesario, ya que los FOP, que se calcula que se producen en aproximadamente 1 de cada 5 adultos, no suelen causar problemas graves.

Los investigadores aún tienen mucho que aprender acerca del ejercicio y la recuperación de un ataque cerebral, dijo Sandra Billinger, directora del laboratorio de Investigación en Ejercicio y Salud Cardiovascular de la Universidad de Kansas.

«No mucho tanto tiempo que se pensaba que el ejercicio no era bueno para las personas después de un ataque cerebral. La investigación aún está en sus inicios», dijo Billinger, autora principal de la declaración científica de la AHA de 2014.

En un estudio publicado en mayo en la revista Stroke, se descubrió que hacer ejercicio durante por lo menos 150 minutos a la semana, durante por lo menos 12 semanas después de un ataque cerebral, ayudó a mejorar las medidas de calidad de vida relacionadas con la salud, como la salud mental. En otros estudios llevados a cabo en las dos últimas décadas se demuestra que el ejercicio durante la recuperación de un ataque cerebral puede ayudar a mejorar la condición física, la marcha y el equilibrio.

«No obstante, aquí estamos 20 años después, y seguimos buscando la receta exacta», dijo
Billinger. Indicó también que, en general, lo importante es mantener algún tipo de actividad
física durante la recuperación. «La gente piensa que hacer ejercicio es correr un maratón, o correr durante una hora, y eso no es realmente necesario. Se trata realmente de reducir el
sedentarismo».

Billinger recomienda a los pacientes que intenten «caminar a paso ligero o subir y bajar escaleras. Si las personas no pueden recorrer largas distancias o subir y bajar escaleras, les recomendamos que caminen al ritmo que puedan, o que vayan a un centro de salud o a un gimnasio donde quizá puedan utilizar una bicicleta reclinada o una escaladora y así aumentar su ritmo cardíaco».

Los supervivientes de derrames cerebrovasculares deben hablar con los profesionales de la salud acerca de la cantidad de ejercicio que resulte adecuada para su caso, dijo. Si tienen problemas de movilidad, deben consultar con un fisioterapeuta sobre cómo mantenerse activos sin aumentar el riesgo de caerse.

En vecindarios en los que la seguridad puede ser un problema, las actividades de grupo en los centros recreativos de la comunidad o en las iglesias pueden ser de ayuda, dijo Billinger. A ella le gustaría que los programas de rehabilitación supervisados para personas que se recuperan de un ataque cerebral fueran similares a los de las personas que se recuperan de problemas cardíacos. Las investigaciones demuestran que la rehabilitación cardíaca, que incluye actividad física, educación y asesoramiento, puede ayudar a prevenir segundos infartos y facilitar la recuperación.

Esos programas también podrían ofrecer educación sobre el control de la presión arterial, factor importante para prevenir segundos derrames cerebrovasculares, además de brindar consejos para cómo comer y dormir bien. «Todo eso aporta a la prevención de segundos ataques cerebrales», comentó Billinger. «Pero no lo impartimos a las personas que han sufrido estos incidentes».

Con la ayuda de su fisioterapeuta, Vallance individualizó su propio programa de ejercicios para equilibrar su necesidad de estar en forma con el riesgo de hacer demasiado esfuerzo. A causa de la pandemia, tuvo que esperar más de un año para hacerse el procedimiento con el que le cerrarían el agujero en su corazón.

«No fue hasta que me sometí a la intervención que pude empezar a hacer ejercicio poco a poco y recuperar mi cuerpo y mi condición física», dijo.

Y lo hizo, ampliando gradualmente sus carreras a 5 y luego a 10 millas. Este verano, se esforzó por completar un ultramaratón en su ciudad natal, en las Montañas Rocosas de la Columbia Británica, donde cubrió unas 35 millas de terreno montañoso escarpado.

«Siento que estoy de vuelta», comentó. «Mi cuerpo está nuevamente en condiciones con las que puedo sentirme seguro. Ese era mi objetivo: volver a esforzarme sin tener que preocuparme por la posibilidad de sufrir otro ataque».

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